Desde que tengo conciencia la etapa entre los 16 y 17 años es un momento decisivo en mi mundo. Obviamente, decisivo depende de quien lo mire, pero bueno al menos yo lo veo así. Al llegar a esta edad, llegan los miedos, intrigas, decepciones, expectativas. Tu cuerpo y mente se llenan de sentimientos que nunca antes experimentaste, ¿cómo los controlo? ¡¿Qué hago?!
Así fue tal cual el caso de Felix. Empieza el último año de la secundaria y comienzan las intrigas. Se pregunta qué es lo que le gusta, y mientras lo hace no falta que se le pase por su mente un par de veces su típico “¿es lo que me gusta de verdad o lo hago por la plata?”. Todas las noches el bombardeo con sus padres, tanto de su parte como de la de ellos. Esta cansado de que todos le pregunten “yyy… ¿Ya sabes que vas a estudiar?”. Y así fue tan grande el hartazgo que sus padres lo obligaron a ir a un psicólogo para realizar un curso de orientación vocacional.
Antes de aquel año Felix era un chico normal, de bajo perfil, sin mucho que contar pero bondadoso hasta la punta de sus huesos. Pero este ambiente de locura nervioso lo habría transformado en un chico mal humorado, estaba simplemente en un momento de pleno asfixio y agotamiento y molestia. De ahí surgió obviamente la mala relación que estaba teniendo con sus padres, quienes el sentía que lo estaban presionando constantemente a tomar desiciones de las cuales no tenía idea. Sus padres se sentían muy frustrados en cuanto a su actitud, ellos solo querían ayudarlo y facilitarle las cosas, pero en vez de eso como respuesta solo conseguían peleas y más peleas.
Ni bien puso un pie en la casa del psicólogo ya se estaba arrepintiendo. No tenía ganas de tener que lidiar con una persona más además de sus padres. Las paredes llenas de estatuillas y fotos de Jesús, rosarios colgados por todos lados, le dio una vibra extraña. Después de una típica serie de preguntas sobre si tenia algún tipo de orientación, le dijo que en su opinión debería seguir alguna carrera que tenga que ver con la administración y las ciencias económicas. Le aconsejó que vaya a las charlas informativas que organizaban las universidades y él acepto, decidió que iba a hacer todo para complacer a sus padres.
Y así fue. Sintió como los nervios le recorrieron todo su cuerpo y mente al llegar a cada puerta. Recorrió cada pasillo, biblioteca, comedores, aulas; escuchó a cada uno de los viejos directores de cada una de las distintas carreras; asistió a charlas con profesionales; participó en ellas, hizo preguntas, no tuvo vergüenza. Y todo eso, multiplicado por 5. Por primera vez en mucho tiempo se sintió cómodo, no tener que impresionar a nadie, que nadie te conozca ni presione. Estaba empezando a sentir por primera vez la libertad que estaba por venir.
Ir al colegio por la mañana, retirarse al mediodía, dirigirse para la capital, llegar a su casa a las 8 de la noche. Fueron días largos, pero satisfactorios. No se niega el cansancio, pero menos se niega el entusiasmo. Las cenas con sus padres no volvieron a ser como antes, por lo contrario, mejoraron muchísimo. Notaron un cambio en él, lo vieron como una versión de su hijo mas maduro y responsable. Comprometido, interesado. Las conversaciones fluían nuevamente sin problema alguno y Felix finalmente se dio cuenta que sus padres solo querían lo mejor para él o al menos incentivarlo en busca de su futuro.
Dentro de la cabeza de Felix se construía un tornado de ideas, pensamientos y sentimientos. Tenía en su interior toda la información proporcionada por las 5 universidades mezclada con lo que le gustaba y lo que no, pero a diferencia de antes, ahora esto le causaba mucha intriga en un aspecto positivo. Pensó mucho en el prestigio que le iba a dar estudiar en cada universidad a la hora de buscar un trabajo; la carga horaria, ¡al fin iba a tener la tarde libre!; el arduo y agotador viaje, de ida y de vuelta; si era capaz de recibir alguna beca; el curso de ingreso, ¿significaría eso pasar de tener tres meses de vacaciones a tan solo dos?; empezar en lo desconocido, solo.
Al fin y al cabo decidió que iba a descansar un tiempo. Se iba a centrar en disfrutar su ultimo año de colegio, pero nunca olvidando que tenía que tomar una decisión. Creó un propio lema “la universidad va a tener las puertas abiertas siempre para mi. El colegio me las cierra dentro de poco”. Obviamente siguió investigando y lo seguirá haciendo hasta que encuentre que es lo ideal.
Crónica realizada por Agustina Maqueda y María Belén Brito Evans